20 Febrero 735 - Salta - Capital - Argentina

miércoles, 27 de junio de 2012

"El Club estuvo presente en la charla - De los Andes al Himalaya - en sede del CABA"








Nuestro Presidente pudo participar de esta importantísima experiencia en la ciudad de Buenos Aires.

La charla estuvo a cargo de MARIANO GALVÁN Y JORGE GONZÁLES quienes vienen de lograr con esfuerzo propio y sin oxígeno el Monte Everest. En esta oportunidad fue Mariano quien logró coronar la cima y fue sobre este acontecimiento histórico la primer charla y videos que se pudo compartir.

Luego pasaron fotos y videos del ascenso por la Pared Sur de Aconcagua de Mariano en Solitario y en un total de 36 horas.

También se pudo compartir la vivencia del ascenso al Lhotse de 8.516 m.s.n.m. en el 2011, también por Mariano Galván en solitario y sin oxígeno.

Antes del inicio de la charla, se pudo concretar un momento de intercambio Institucional entre los Clubes, regalándonos mutuamente Banderines, Pines y Calcomanías, quedando los lazos estrechados para futuras acciones en conjunto de capacitación e intercambio de experiencias.

viernes, 22 de junio de 2012

EXPEDICION VOLCAN QUEWAR 03-04

Les dejamos la cronica escrita por nuestro socio Fernando Santamaria sobre su expedicion, lo acompañaron Oscar Boiero, Cristian Nobile, Alejandro Rodriguez y Micaela Pereyra.
El relato no tiene desperdicio, ademas nos cuenta sobre su primera expedicion a este volcan junto a Dario Bracali


Relato Ascenso Volcán Quewar
“Otoño sin final”
Muchas veces se hace difícil sentarse frente a un papel en blanco y plasmar las vivencias que se tienen en la naturaleza, en un deporte como este, atrevido y solitario, digno de dinosaurios y de jóvenes intrépidos, lleno de soledad y silencio, de naturaleza y tiempo.
Se hace difícil pero no imposible, es solo querer trasmitir las vivencias desde lo profundo, desde el alma, porque aquí, en la montaña, en el más puro encuentro con la naturaleza, surge espontanea la vida, los sentimientos y también la camaradería. Es aquí donde más internamente se conocen los diálogos consigo mismo, donde no fluyen los aplausos ni tampoco los lamentos, es aquí donde el encuentro con tu ser y con tus compañeros aparece casi mágicamente como la luna detrás de los cerros.
Este verano mientras corría en la playa por las frías mañanas de Iquique, bañándome de bruma salada y arena húmeda, pensaba y quería fijarme algunos objetivos para el 2012, asi surgió en mi cabeza la posibilidad de incluir en uno de los tantos feriados que dispondremos, el ascenso al Quewar, un mítico Volcán apagado en los lejanos y recónditos lugares de esta inmensa Salta montañera.
Este volcán tiene mucho de historia, mucho de recuerdos y una estampa admirable en medio de la soledad de la Puna. Este volcán pertenece al tipo estrato volcano, apagado.
Mi historia aquí me lleva al año 2005 cuando en compañía de Dario Bracali y otros amigos buscábamos los datos que necesitaba su libro sobre los míticos lugares por donde el Imperio Incaico sembró de leyendas e historia las altas cumbres, de ahí que termináramos una serie de ascensos ese año en la Puna Salteña.
En aquella oportunidad poco fue lo que hice en pos de aquel ascenso, Dario traía todo fríamente calculado, es mas había buscado una variante por Olacapato (Pueblo puneño…) para hacer más corto el ascenso, aprovechando que veníamos en mi camioneta 4x4 y esto permitiría acercarnos mucho mas por esa ruta que por la clásica, desde Santa Rosa de Los Pastos Grandes, (otro pueblo en medio del desierto puneño….)
Fue entonces cuando Dario, Rolando, Esteban y yo emprendimos el ascenso desde Salta con una noche de aclimatación en San Antonio de Los Cobres para desde ahí salir rumbo directamente a Santa Rosa de Los Pastos Grandes, el salar de Pocito y finalmente el ascenso por el derruido y abandonado camino minero que llevaba en su momento a una boca de mina y que hoy han retomado algunas empresas mineras, por lo general en esta zona se extrae bórax, litio, cobre y en algunos lugares oro y plata.  En la cara Noroeste del Volcán.
Por ahí subimos hasta la boca de la mina, y luego por un sinfín de curvas nos deslizamos hasta el lecho de un rio y hasta donde nos pudo llevar la camioneta. Desde aquí por una Qda. que estaba inmediatamente por delante y a la izquierda hicimos el campamento desde donde saldríamos al día siguiente hasta la cumbre…. Todavía recuerdo con una sonrisa las lecciones de Thai Chi que nos dio Rolando a titulo de elongación física y mental.
Por aquella quebrada entramos y pronto nos montamos en un largo y pedregoso filo que nos llevo directamente a la cumbre, viento de por medio, fue una lucha a brazo partido con el Dios Eolo pero coronamos la cumbre, pudimos ver las ruinas Incas y apenas llenar un comprobante antes de regresar al mejor estilo “Bracali”, de un solo tirón hasta San Antonio de Los Cobres donde llegamos casi a medianoche.
Esta experiencia me dejo una cumbre mas pero me llevo a pensar mil y una noche en este hermoso Volcán, en esta bella montaña que surge como una apacheta en medio de la Puna, blanca, radiante, esbelta por donde se la mire, llena de historia y de leyendas.
Asi fue como empecé a juntar voluntades para el ascenso por la ruta “normal” del Quewar o Queva, motivo por el cual me conecte con Oscar, mi querido hermano de la montaña y que a pesar de tenerlo lejos, siempre acude a un llamado, no sin antes anunciarme su divorcio por tal motivo…. Como si yo pudiese salvarlo de esa decisión anunciada…. Y lo que es peor igual se vendría… es mas siempre que lo llamo sé que soy yo el que ya no podrá volver atrás con la empresa asumida… Dios mío, mis amigos como dice Serrat, “son unos atorrantes…” aunque no orinen en mitad de la calle.
Mantuvimos contactos durante más de dos meses, y en el camino fueron quedando algunos de los Malarguinos, ya que también invite a mi nuevo amigo y compañero de montaña, Alejandro (Rodriguez), quien moviliza un importante número de personas en su querida Malargüe.
También invitamos a Cristian (Nobile) al grupo, lo hemos hecho parte de él, un sobreviviente de aquellas “Aconcagua para todos” y que hoy disfrutamos de su entrega, compromiso y entusiasmo como también de su generosa amistad.
Los salteños, ni hablar, uno a uno se fueron “marchando”, distintas causas personales me fueron dejando solo en el emprendimiento, es mas Gustavo (Zerda) que es  de “fierro”, firme para estas salidas no pudo conseguir calzado, no nos dimos cuenta que podrían habérselos traído de Mendoza y finalmente tampoco fue de la partida. Pero algo distinto se sumo al evento. Nico (Pantaleón), un amigo y uno de los mejores montañistas del momento, junto con otros amigos de Salta y Buenos Aires se iban al Llullaillaco, tremenda expedición en medio de un clima que nos anticipaba nieve por doquier, asi que antes de partir nos dejo a su “señora” novia, Mica (Pereyra), un personaje femenino en medio de todas estas “bestias”, en el mejor de los casos, y con el perdón de las bestias pero le puso un toque femenino, sutil y fino a la expedición Quewar.
 Nunca habíamos salido con Mica pero si conocía de su fortaleza física y de su buen humor y amor por las montañas, lo cual difícilmente fuese un problema para el resto de los amigos.
Durante estas semanas previas al ascenso no deje de recibir información sobre el estado climático del cerro, este ha sido un año muy lluvioso o llovedero aquí en Salta y eso como consecuencia significa que ha nevado mucho en las montañas, es lo que se llama Invierno Boliviano, y que se da como un fenómeno único en esta región, sobre todo las de la Puna. O sea quienes venían desde esos lares me comentaban que el cerro estaba blanco, y viendo y mirando las distintas paginas de clima, lo confirmaban, como asi también sabiendo que estamos en presencia del fenómeno del Niño, que es en definitiva quien trae semejante cantidad de agua al Valle de la Ciudad de Salta y obviamente la misma cantidad de nieve en la Región de La Puna. Todo esto pudimos comprobarlo cuando viajábamos rumbo a San Antonio de Los Cobres y vimos como ha destruido caminos y ha generado innumerables derrumbes a lo largo del recorrido.
También lo percibimos cuando subimos el abra del Acay y pudimos ver esta montaña desde el camino, al paso de la estación Muñano, blanca como nunca la había visto. Esto nos estaba preparando para lo que veríamos al llegar a Santa Rosa.
En permanente contacto con Oscar y Cristian íbamos armando el rompecabezas, y aquí gracias a datos aportados por mi amigo Yayi Ramia conseguíamos información para alojarnos  y también buscar burros para que nos acarrearan la carga hasta el campo de altura. Asi apareció Eusebia, una señora que da alojamiento en San Antonio de los Cobres y su hermana tiene burros cerca de Santa Rosa, este dato lo tenía un amigo de Yayi en Buenos Aires con quien sale periódicamente a la Montaña, justamente nos abandono porque emprendía en la misma fecha un viaje al “avión de los Uruguayos”,  en el Sosneado en San Rafael, Mendoza.
Datos de Interés:
Pero hagamos un poco de historia y de geografía para ubicarnos y posicionarnos de lo que vamos a subir.
El Quewar es un volcán de 6130 m de altura que está ubicado al oeste de la Provincia de Salta y al noroeste del departamento de Los Andes, dentro de las siguientes coordenadas:
24º 20`Latitud Sur y 64º 44`de Longitud Oeste. A sus pies se encuentra el Pueblo de Santa Rosa de Los Pastos Grandes.
Se trata de un strato volcano apagado y situado en la Puna Salteña. Y para ubicarnos en la Puna diremos que es una región fitogeogràfica tipo meseta de alta montaña propia de la Cordillera de Los Andes, también se la conoce como tundra Altoandina. Se la encuentra en las partes más altas de Los Andes Centrales y justamente su parte central es la más extensa y se llama Altiplano. El altiplano lo abarca centro y sur de Perú, noreste de Chile, occidente de Bolivia y el extremo norte de Argentina.
La altura de este altiplano varía según la latitud, algunos autores la demarcan entre los 4000 y 4800 metros de altitud mientras que otros sostienen que se encuentra entre 3500 y 4000 metros, pero en definitiva yo creo que ambas corrientes tienen razón, porque según el lugar o pies que se transita es la altura que adquiere esta Región.
Se trata de una Región de baja presión atmosférica, menor difusión de Oxigeno en el aire y climas extremos, muy frio por las noches y cálido y seco de día, con escasas precipitaciones, sin embargo esta Región ha sido cuna de grandes culturas precolombinas.
La puna puede clasificarse en tres tipos: Seca, Árida y Muy Árida, a la cual pertenece el Quewar. Aquí los suelos presentan alta salinidad y la vegetación es escasa, solo hay presencia de algunas variedades de stipa, tolas y festucas.
En las adyascencias del Volcán encontramos bofedales, pajonales, chillihuares y gramadoles que junto a una amplia variedad de aves y roedores conforman el ambiente del Quewar.
Pero esto no es todo lo que podemos decir del Quewar, una rica historia cultural y arqueología lo distingue de otras montañas de la zona. Está ligado a las culturas precolombinas en especial a la huella dejada por los Incas.
En 1974 se realizo la primer expedición científica dirigida por el estudioso sanjuanino Antonio Beorchia Nigris, Director del CIADAM, pero cuando llegaron a la cumbre encontraron un complejo de plataformas con rellenos artificiales y dentro de un recinto circular (6 m de diámetro, 1,80 de espesor en sus paredes y 2 m de alto), un cuerpo momificado de una niña/o de unos 12 años de edad a la cual le faltaba el cráneo, un brazo y algunas costillas, pero fue imposible rescatarla ya que el deshielo la había cubierto de agua y cuando se congelo se transformo en un material tan sólido y duro que fue imposible rescatarla. Igual recogieron algunas muestras de material y confirmaron que el lugar había sido dinamitado y profanado.
En 1981 regresa Beorchia con el antropólogo Johan Reinhard con la intensión de extraer el cuerpo, pero grande fue la sorpresa cuando comprobaron que había desaparecido encontrando solo un pabellón de la oreja, dos vertebras y dos huesos planos probablemente del cráneo, pequeños trozos de tela, maderas y un grano de maíz, seguramente parte del ajuar que esta niña tenía.
Queda una sola reflexión al respecto, por un lado la inclemencia del tiempo después de más de 500 años dejo huellas en el lugar pero la presencia humana (montañistas, huaqueros etc.) que no solo no cuidan y respetan este tipo de construcciones arqueológicas sino que,  ya sea por negligencia o desconocimiento del tema o simplemente por el daño en si buscando alguna pieza de metales preciosos. Durante mucho tiempo en esta zona se exploro y exploto alguna mina, y aquí se presento el peor de los males, algunos mineros para “matar el aburrimiento”, ascendían la montaña y seguramente son los que más daños causaron.
A lo largo de la Cordillera de Los Andes existen innumerables montañas con construcciones arqueológicas en sus laderas o cimas, el Quewar es una de ellas. Algunas de estas construcciones se las encuentra por encima de los 6000 m y en los últimos años muchas de ellas han sido abordadas por gran cantidad de personas en esta moda del “Deporte Aventura” o “Turismo Aventura”, y no habiendo legislación al respecto ha sido devastador el daño ocasionado.
La Arqueología de Alta Montaña es una ciencia relativamente nueva que surgió como consecuencia de los hallazgos de los montañistas en las laderas o cumbres de las montañas que subían.
En el caso del Quewar los especialistas que estudian estas ruinas y santuarios, llegaron tarde.
Hay cientos de construcciones como les decía entre los 5000 y 7000 m de altura esparcidas  entre Ecuador y el centro de Chile.
 Durante años los estudiosos y los científicos llegaron a la conclusión que la única cultura que poseía los medios necesarios para movilizar  a tan grande cantidad de personas y hacer semejante obra arquitectónica, fueron Los Incas.
“Los Incas dieron una prueba de su admirable capacidad organizativa asociada en este caso a la resistencia y adaptación a la altura y pudiendo ejecutar sus actividades y ceremonias” (Schobinger 1997).
En nuestra provincia hay una importante presencia arqueológica de altura en otras montañas como el Llullaillaco (6736m), el Nevado de Chañi (5990m), el nevado de Acay (5716m) y el nevado de Cachi (6380m), que hoy presentan ruinas con destrucción total o parcial.
El último dato para agregar a esta importante presencia Cuzqueña (Incas) en nuestro suelo seria hablar un poco sobre estos actos de tipo ritual o religiosos, por ejemplo La Copacocha: festividad ritual del mundo Inca donde participaban una gran cantidad de personas en diversos adoratorios del Tiwantinsuyu.
El Inca decidía cuando y donde debían realizarse. Difundían la noticia a través del Imperio por medio de los chasquis por la extensa red vial de la que disponían.
Los Curacas o sacerdotes reunían las ofrendas y las enviaban a Cuzco, en donde a través de un acto en la plaza de Aucaypata (actual plaza de Cuzco) se seleccionaban y a partir de ahí iniciaban un largo viaje de rituales y purificaciones llevando las ofrendas para su destino final.
La calidad y cantidad de ofrendas dependía de la importancia de las huacas (sitios sagrados). Muy pocos recibían ofrendas humanas  y entre ellos encontramos en Salta, el Llullaillaco, el Quewar y el Nevado de Chuscha.
A lo largo de la cordillera de Los Andes se han localizado más de 200 montañas con rastros arqueológicos y hasta el momento se han extraído 27 cuerpos. En Argentina son 6 las montañas y 8 los niños encontrados. Aconcagua, Chañi, Chuscha, Llullaillaco, Quewar y El Toro. Las 5 momias correspondientes a Salta están protegidas y cuidadas en el MAAM en nuestra ciudad.
Pero tenemos la parte que nos atañe que es el Quewar, que está ubicado en el corazón de la Puna Argentina, esta montaña fue considerada por los Incas como un importante adoratorio o Huaca.
Tal vez el nombre del Volcán esté relacionado con la nobleza. El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616) fue sobrino de Quehuar Túpac, el tercer hijo de Túpac Inca Yupanqui. Durante el periodo de este Inca, una niña de 12 años fue ofrendada en la cima de esta montaña en el contexto ritual de una Copacocha.
En la década del 70 profanadores de tumbas dinamitaron la cima del Quewar y bajaron el cuerpo o sus restos, los que hoy se conservan en el MAAM. (Estos datos fueron aportados por el Antropólogo Cristian Vitry).
Importante:
Por último cabe destacar un proyecto presentado por la Senadora por Salta, Sra. Sonia Escudero. Se trata de la “Cocina Solar Argentina”, que fue desarrollada en la localidad de Cerrillos en Salta, según un proyecto de los Ingenieros Ricardo Jakulica, Gloria Marengo, Luis Ayala y Lucas Rodriguez que beneficio a familia collas de la localidad de Santa Rosa de Los Pastos Grandes.
La cocina fue construida y donada por la Empresa Holandesa DSM, y beneficia en la actualidad a 43 familias collas.
Tiene un aspecto de lupa y mientras haya sol funciona erogando una temperatura de 280º y soporta cualquier tipo de recipiente y viene provista de una olla a presión para la cocción de los alimentos sin que pierdan temperatura.
El proyecto nació en la década de los 80 cuando una tormenta de nieve dejo varados en Santa Rosa de los Pastos Grandes al sacerdote Antonio Mallea y al ingeniero Gustavo Guijarro quienes pensaron en aprovechar la energía solar, un combustible que abunda en esta zona, esto ante la escases de leña, (tola) y la desertificación por su extracción, que avanza a pasos agigantados. (Datos proporcionados por la Senadora Sonia Escudero).
 Volviendo a lo que nos atañe, que es la Expedición al Quewar, continuo con el relato de la misma.
Asi llego el martes 3 de Abril donde partieron de Mendoza, Oscar, Cristian que había venido desde Buenos Aires y Alejandro que había hecho lo propio desde Malargüe, en el sur de Mendoza. Los tres embarcados en la camioneta de Oscar salieron a las 7 de la mañana y ya a las 19,30 hs. estaban tocando el timbre en casa.
Para variar yo si quería salir temprano de casa el miércoles debía dejar mi trabajo lo suficientemente ordenado como para tomarme parte de la tarde del 4 de abril, asi podíamos llegar de día a San Antonio de Los Cobres donde dormiríamos, para empezar el proceso de aclimatación, siempre tan tedioso y necesario.
Miércoles 4 de Abril:
Ayer por la tarde llegaron desde Mendoza Oscar, Cristian y Ale, los tres aparecieron en casa, más que cansados por las casi 12 horas de viaje, con un “relax” impresionante, se distendieron en rededor de la mesa, vino de por medio y entre charla y charla se acomodaron en el cuarto de Joaquín, quien amablemente se los había cedido, obvio haciéndoselos saber. Un verdadero gusto y placer para mí que estuviesen en casa, es una forma de disfrutar más íntimamente a mis amigos y compartir con mi mujer también esos placeres, los amigos y la montaña.
Nos fuimos a dormir tarde la noche del martes, tanto Pancha como yo debíamos trabajar el 4, por lo que se hizo pesado levantarse temprano y correr en contra del día y del reloj.
Por la mañana cerca del medio día nos encontramos en el centro, disfrutamos un café en la Plaza y Ale y Cristian también pudieron conocer y visitar el Museo de Alta Montaña, algo que no podían ni debían perderse, mas aun sabiendo que la montaña que ascenderíamos cuenta con gran participación arqueología Incaica, presente en este museo.
Algunas compras de último momento y vuelta a casa para almorzar, preparar los petates y marcharnos rumbo a San Antonio de Los Cobres, nuestro primer destino en la Puna.
Cerca de las 5 de la tarde partimos en las dos camionetas, recogimos a Mica que nos esperaba en el centro y con un cielo gris, con alguna llovizna nos marchamos rumbo a Campo Quijano, atravesando la ciudad y sumergiéndonos en ese verde entorno de la ruta 51, un camino que por más que uno haga una y otra vez, no deja de sorprender y estimular la visión, con su intrincado recorrido, siempre siguiendo el curso del Rio Toro y observando la magnífica obra del Ramal C 14 del ex ferrocarril General Belgrano, hoy solo usado por el Tren de Las Nubes.
Pronto estuvimos inmersos en el silencio del Valle, subiendo y subiendo, sin parar hasta el Abra Blanca, 4000 msnm, con un cielo plomizo y las montañas nevadas, El Acay el Cordon del Nevado de Cachi, y otros cerros que a lo lejos blanqueaban sus cumbres.
Pasadas las 7 de la tarde estábamos en San Antonio de Los Cobres, allí estaba Eusebia y su hija esperándonos para alojarnos en su casa transformada en Hotel. Nos acomodamos y bajamos nuestras pertenencias para rápidamente irnos en busca de una cena caliente.
Dos pequeños restaurantes estaban abiertos y nuestra pregunta fue muy sencilla: ¿hay llama?... esto inmediatamente nos llevo al segundo donde pronto nos dispusimos a deleitarnos con unas milanesas de llama que estaban furiosamente exquisitas, acompañadas con un buen Cabernet de Cafayate, aunque algunos prefirieron una gaseosa, que triste eso.
Otro punto fuerte de la cena fue el postre donde se sorprendieron con uno local que se llama Anchi y no es otra cosa que polenta con jugo de limón y pasas de uva, aunque a mí la polenta me gusta con tuco y chorizo colorado, convengo que estaba muy bueno.
Una larga sobremesa y nos fuimos a dormir, la luna llena era tan apacible como la noche, fresca pero sin viento, callada y oscura como San Antonio, solo el rugir del generador y alguno que otro perro ladrando interrumpían semejante silencio y semejante luz.
Jueves 5 de Abril:
No fue muy temprano el amanecer pero lo suficiente para una noche a mas de 3600 metros, una buena ducha me saco de ese letargo que propone la puna, y un copioso desayuno nos dio fuerzas y ánimos para enfrentar la fría mañana.
Cerca de las 9 ya estábamos inmersos en nuestros vehículos y camino a Santa Rosa de los Pastos Grandes, con una novedad, no teníamos burros, es decir los burros estaban lo que no teníamos era un Guía para los mismos, por lo que comenzamos a suponer que estaban empezando a desmoronarse nuestras pretensiones de no cargar nada.
Nos detuvimos en el Abra del Gallo, casi 4700 metros, aquí mis amigos comenzaron a sentir el rigor de la altura aunque todos parecían sentirse bien, solo Alejandro me comentaba de vez en cuando que sentía la misma.
Desde aquí tuvimos la primera vista del Quewar en toda su magnitud, y quedamos maravillados con su imponente imagen, nevada, muy nevada.
Descendimos ese sin fin de curvas y contra curvas para cruzar los primeros ranchos a la vera del camino, uno de ellos el ultimo antes de Santa Rosa es el de la hermana de Eusebia, se destaca por el vintage que le propuso el constructor de los corrales, colocando a la muy tallada piedra del lugar, unas cubiertas de camión encastradas en las mismas… todo un trabajo artístico-artesanal…. Ni siquiera nos detuvimos porque ya conocíamos la respuesta a nuestra inquietud sobre los burros, por lo tanto fuimos en busca de otro señor que nos había recomendado Eusebia…. Don Nicolas.
Una vez llegados a Santa Rosa pronto dimos con Don …. Y para desgracia nuestra ya no contaba con burros y los que tenían estaban quebrada adentro… casi un NO, pero gentilmente nos ofreció a su hijo (Dante), que para la ocasión no estaba con muchas ganas de portear cargas, pero poco a poco lo convencimos entre su padre y nosotros.
Mientras Don ….. Salió en busca de otros “changos” que pudieran hacer las veces de porteadores,  nosotros nos fuimos a caminar y tomar algunas placas del lugar, que para la fotografía no tiene desperdicio.
Con sus tiempos y nuestras ansiedades fueron conjugándose los hechos hasta que apareció la solución, el hijo de Don Nicolas y tres chicos más, 14, 16 y 21 años serian nuestros “burros” de carga, mal llamados porteadores, porque en realidad cargan cargas de burros.
Si hasta a veces me da una cierta vergüenza ajena esto de conseguir y contratar porteadores, pero cuando esto me pasa pienso rápidamente en mi edad y en los kilos que durante más de 30 años cargué y como aun quiero seguir sin artrosis en mis rodillas, esto me pone lejos de sus espaldas y de las cargas rápidamente.
Se ha consumido la mañana en estos avatares y comenzamos a subir quebrada adentro con los vehículos, teniendo que detenernos y reparar la huella en un par de ocasiones, las grandes lluvias han destruido el camino o lo que queda de él, pero esto nos permite ingresar casi 6 km por la Qda. Por donde ingresaremos a la montaña.
No estoy muy seguro pero cerca de las 12 del medio día hemos iniciado la marcha, dividimos las cargas de 5 entre los 4 porters y nosotros con algunas mochilas chicas y livianas nos erigimos en una columna tras sus pasos, aunque pronto los perderíamos de vista. No hay un sendero muy marcado pero si lo suficiente para desplazarse cómodamente quebrada adentro. Vamos parando a cada rato, cuando los porteadores nos esperan.
Un ruidoso  y caudaloso arroyo baja a nuestro alrededor y cada tanto debemos cruzarlo, y una inmensa vega verde lo bordea y le da un marco esplendido a la Qda. Por momentos y mucho más atrás entre curvas y montañas que bajan por todos lados aparece el Quewar, ya esta mas a la vista de todos.
Los vehículos quedaron atrás a poco mas de 4100 metros de altura y pronto nosotros habíamos superado los 4300 cuando ya vimos que el hambre no solo nos afligía a nosotros sino también a nuestros porteadores, por lo que dispusimos una larga parada de poco más de media hora e improvisamos un almuerzo a base de fiambres y jugos.
Hemos comido, bebido y proseguimos la marcha detrás de nuestros Guías que siempre van mintiéndonos que a la vuelta de la esquina o después de la próxima loma esta el lugar de campamento, nos hablan de la laguna, pero con Nico, estuvimos viendo que no muy lejos de la laguna hay una pircas que indican el Campo 1 a 4750m una linda altura para el primer día, habríamos superado más de 600 m lo recomendable para un ascenso de estas características.
Alcanzamos en menos de una hora la laguna y vimos que si efectivamente es un buen lugar para acampar pero los chicos nos dijeron que no faltaba mucho para el campo 1, las ruinas incas para ellos, que después de verlas no tienen nada de incas pero no tengo ninguna duda que debe haber sido un buen lugar para acampar para ellos también, mas teniendo un terreno liso, y el agua al alcance de la mano.
No recuerdo la hora pero creo que apenas habían pasado las 4 de la tarde cuando divisamos las pircas y un dejo de alegría nos lleno la vista y el corazón, porque nuestras piernas empezaban a sentir el efecto de la larga caminata. 
Un largo descanso de los porteadores un improvisado almuerzo para todos y luego los despedíamos mientras comenzábamos a armar las carpas.
Nos dispusimos en dos tiendas, Oscar y Yo en la mía y Mica, Cristian y Ale en la grande que había traído desde Mendoza.
Largas charlas, ejercicios de relajación y elongación se dispusieron en torno a la tarde mientras las rondas de mates empezaron la tan ansiada y necesaria hidratación.
El clima nos acompañaba, disfrutamos de una soleada tarde, sin viento, con el cielo inmensamente azul y antes que cayera la tarde una gigantesca luna nos ilumino como extendiendo el día.
Improvisamos una cena, reunidos en círculo todos en la pirca que hace las veces de cocina  compartimos comida sin dejar de mencionar las exquisitas hamburguesas que preparo Ale, acompañadas de un buen tinto,  que Mica y yo devoramos, mientras nuestros compañeros hacían una cena algo más liviana y frugal. Temprano nos fuimos a dormir esperando el segundo día que quizá no sería tan largo pero debíamos cargarnos todo en nuestras espaldas, ya no dispondríamos de los porters.
Muy temprano y abrigados por la luna que opacaba las estrellas, entre charla y charla con Oscar nos olvidamos de todo para entregarnos al reparador sueño, no sin antes quejarnos por la apnea que a veces interrumpe el mismo…. No fue este el caso, no tuvimos tiempo ni de despedirnos y menos de escuchar a nuestros compañeros en la otra tienda.
Viernes 6 de Abril:
Si bien pasamos una buena noche, solo algunas interrupciones al descanso producto de la altura y de los sueños que a veces se dan en estos lares, amanecimos casi junto con la despedida de la luna llena tras las montañas, una mañana brillante amenazaba darnos otro día impecable.
Pronto fuimos remoloneando y saliendo de nuestros abrigados sacos de dormir, es lento ponerse a esta altura en movimiento, pero no queda otro remedio.
Salimos de nuestra tienda en busca de un frustrado desayuno que no se vio completo por habernos olvidado la mitad de las cosas abajo, cosa que suele suceder cuando uno juega contra el reloj o improvisa como nos sucedió con los porteadores.
Igual disfrutamos de lo que teníamos y estuvimos bastante tiempo cobijados en una pirca de piedras donde calentamos el agua y habíamos cenado la noche anterior.
Ale, no se ha levantado bien, tiene algunos síntomas de mal de altura y la puna aquí no te perdona, pero su silencio, no el mejor compañero para estos casos, ocultaría gran parte de ese malestar sin que nos diésemos cuenta.
Preparamos lentamente todo el equipo, desarmamos las carpas y guardamos en la pirca lo que no llevaríamos al segundo campamento, fue todo tan lento que habiéndonos despertados antes de las siete de la mañana, habiendo salido de las tiendas cerca de las ocho, no arrancamos hasta pasadas las 10, cuando ya el sol había entrado en la Quebrada y nos empezaba a desentumecer del frio de las sombras.
No bien salimos del campamento, el terreno se inclino de golpe y la Qda se hizo estrecha, y comenzamos a ganar altura rápidamente.
Con algunas detenciones para descansar pronto nos asomamos a un gran lecho de piedras, casi como un lecho de rio, seco, tal vez alguna colada de las antiguas erupciones de este volcán o quizá grandes glaciares colgantes descenderían desde sus alturas para formar hoy esta gran planicie, amarillenta de las pocas gramíneas que a esta altura crecen, con un telón de fondo que deslumbra a cualquiera y volvería loco a un pintor.
El volcán estaba a nuestro alcance, lentamente lo teníamos cada vez más cerca, el día radiante, con un sol que empezó a obligarnos a desabrigarnos, que enceguecía por momentos. Paramos un par de veces antes de empezar a ver los labios de lo que seguramente fue un inmenso cráter, y ya con la montaña a nuestros pies divisamos el lugar de campamento, no había señales de anteriores pero pronto haciendo un reconocimiento nos dimos cuenta que estábamos en el lugar indicado, a una buena hora y listos para dar el último paso.
Armamos nuestras tiendas, comenzamos las rondas de mates, y nos dispusimos a fundir agua para hidratarnos, por suerte algunas tiras de nieve y hielo aun permanecían cerca de nuestro campamento.
Se sucedieron las horas, con charlas, elongaciones, y mates, muchos mates. Cuando la tarde empezó a hacerse sentir, nos reunimos en la carpa de Ale, todos, y el buen humor fue el gran animador de aquellas tertulias interminables y locas.
Había estado mirando la montaña y la ruta era muy sencilla, estábamos debajo de un gran filo que nos llevaba directo a la cumbre sur, pero que “faldeando” un poco se la podía evitar para salir al abra entre ambas y de ahí tomar hacia la norte.
La blancura era total, muy poco tiempo estaríamos sobre las piedras, pronto deberíamos meternos en la nievo o hielo, no podíamos dilucidar como estaría, pero a la hora que pensábamos salir, segurmente estaría dura.
Antes de cerrarse en noche la tarde, con el cielo aun rojo de esplendor brillante, apareció la luna, inmensamente blanca y tremendamente grande, como un gran plato en medio del cielo, que ya había dejado su celeste furioso para empezar a trasladarse a un azul intenso.
Era hora de empezar a esbozar algo  de cena y pronto meterse a los sacos de dormir, tendremos que levantarnos muy temprano si queremos llegar a la cumbre y bajar a Santa Rosa.
Hablamos y comimos un buen rato mas y cerca de las nueve de la noche, ya Oscar y Yo estábamos despidiéndonos en nuestra tienda, otra noche para luchar con la apnea?
Que importa, mañana vamos a la cumbre.
Sábado 7 de Abril:
“Y bueno pues; un día mas”, sin que sonara ningún despertador hemos abierto los ojos con Oscar y pronto hemos llamado a los amigos y vecinos, es hora, llego la hora, pronto estaremos luchando con el frio, con nuestros miedos y miserias y empujando para arriba.
Nos vestimos y ordenamos un poco la tienda antes de salir a desayunar, preparamos las mochilas y como pudimos nos armamos de coraje y asomamos nuestras narices a la noche, que estaba vestida aun de plata y estrellas, parecía de día, hacia frio, todo era resplandeciente como  alpaca lustrada.
A las 5,10 de la mañana empezamos a caminar, hacia frio, no había viento, todo parecía indicar que tendríamos un día especial en el Quewar.
Pronto sorteamos el labio de morena y dejamos atrás las carpas encaminándonos en forma rectilínea hacia el filo, la luna empezaba a caerse por detrás del Quewar, impresionándonos con su belleza y su luz.
Ascendíamos a buen ritmo y todos apretados, uno de tras de otro, empezábamos a sortear la nieve, pero esta  aparecía cada vez más, iba poniendo todo blanco bajo nuestros pies y nuestras botas crujían a cada paso y en algunos lugares casi ni se enterraban.
Es de noche aun cuando alcanzamos la “blancura total”, se termino el duro y frio terreno, a lo lejos el cielo empieza a fundirse, como si un mar de lava estuviese desparramándose a babor, hay luz natural ya, y la aprovechamos para colocarnos los grampones. Se ha levantado una brisa que está poniendo la temperatura por muchos grados bajo cero.
Seguimos viaje, amaneció, estallo la luz, lo invadió todo, el Quewar paso del rojo al rosado al amarillo en cuestión de minutos, ahora brilla esplendorosamente blanco sobre nuestras cabezas.
El viento es más intenso, son las 8 de la mañana, estamos por encima de los 5600 m avanzamos lento,  se hace cada vez más fuerte, amaga con sacarnos del filo, por lo que intentamos caminar más por la ladera este del cerro que por el filo, aunque nos da la sensación que estamos expuestos donde estemos.
No hay forma de comunicarse, solo nos damos vuelta de tanto en tanto para vernos y saber que todos seguimos, los cristales de nieve pegan duro sobre mis mejillas, me marcan, me duelen, el silbido del viento es ensordecedor, el frio es intenso tanto como el sol que nos ilumina, por momentos tememos que nos saque de la montaña, que nos lleve lejos de ahí, casi no hacemos pies, pero enfrentamos la montaña, y asi es, asi es casi siempre, la pregunta es: hasta donde? me pregunto, hasta cuando resistiremos?, parara?, no encuentro respuestas, me distraigo, no puedo concentrarme vengo arrastrando un crampón, no puedo volver a ponérmelo, ya no veo, se me empañan los anteojos, me entra nieve por todos lados, relato todo esto en primera persona porque estoy solo, es tan imposible la comunicación que el viento nos ha aislado a todos. Arriba la montaña se deshilacha en girones por el cielo, como si se estuviese volando, desarmando, desojándose en largas ramas blancas. Qué horror! El otoño ha llegado también aquí.
Miro el reloj, son las 9,40, estamos a casi 5800 m la cumbre está al alcance de la mano, cuando veo dar media vuelta a Oscar, también a Mica que iban delante, me detengo y espero que lleguen Cristian y Ale. Sin decir nada advierto en los ojos de Oscar la entrega y la mezcla de desazón y bronca antes de que me diga: “no tiene sentido, nos está matando y nos va a volar de aquí”, asiento con la cabeza, casi no puedo hablar, y sin objeciones vuelvo a mirar el reloj, y le comunico la decisión a los otros, “Vamos, todo termino”, y sin más iniciamos el descenso, mientras el viento brama con más fuerza como echándonos a los gritos, la montaña esta vez no quiso, si hasta ella misma se debate arriba en esa feroz lucha con Eolo, que la esta desflecando y barriendo su blanca vestimenta.
Y sin más, en silencio, separados unos de otros iniciamos cabizbajos el descenso, lento, aburrido, nada nos puede levantar la moral, ni siquiera el paisaje que es abrumador, con todos los nevados esparcidos por la puna, El Libertador, y su tremendo Cordon de Cachi, el Tuzgle, El Acay y cientos de montañas por debajo nuestro.
Me he quedado atrás, necesidades fisiológicas y también Ale, que viene cada vez más lento. Lo espero, le pregunto cómo va, no está bien, pero baja, solo baja, no levanta la vista de ese mar de piedras rojas.
Antes de llegar a la carpa  aparecen los “muchachos”, los porters, venían eyectados hacia arriba cuando nos han encontrado pero pegan la vuelta de inmediato con nosotros.
Llegamos al campamento, comemos en silencio, sobran las palabras, desarmamos y nos vamos, una larga y pesada jornada aun queda por delante. Ahí estamos, tan despeinados como el Quewar, tan castigados como él.
No vale la pena decir y contar más nada, solo fue tan monótono como agotador desandar toda esa bella quebrada antes de alcanzar los vehículos a las 5,30 de la tarde.
Viendo que estamos con tiempo tomamos la decisión de regresar a San Antonio, asi que me comunico con Eusebia para que nos espere y no bien cargamos todo, nos largamos hacia Santa Rosa a dejar a los porters y continuar viaje a San Antonio de Los Cobres. Pensando en el baño, la cena y la cama donde dormiríamos fuimos levantando el ánimo y compensando el andar con humor.
Mi cansancio y el silencio de Ale, hacen muy largo y penoso el viaje de vuelta, solo algunos comentarios aislados y alguna mirada cómplice acompañan nuestro andar, Oscar nos sigue más atrás, tratando de evitar el polvo que levantamos mientras descendemos el camino, pero no bien entrados en SAC la sonrisa vuelve a nuestros rostros, Eusebia ya nos esperaba.
Cenamos y caminamos bajo la luna hasta el hospedaje, la noche es calma, y aun nos acordamos en nuestra conversación del atroz viento que nos castigo en la mañana, allá arriba, donde quedaron frustradas nuestras intenciones de coronar el Quewar. Aun nos falta llegar a Salta, ahí verdaderamente terminara nuestra expedición.
Domingo 8 de Abril:
La noche fue para mí terrible, también para Ale, a mi me acorralo la apnea, los miedos que suelen aparecer, la claustrofobia y esas cosas que aun después de tanto tiempo en la montaña me siguen persiguiendo, pero me las rebusque para pasarla lo mejor posible, un poco de lectura, algo de televisión, y finalmente amanecí durmiendo en el sofá de la casa.
Ale la paso algo peor, tos, y fuertes dolores de cabeza lo han maltratado, el mal de altura lo sigue acompañando y solo lo dejara en paz cuando regresemos a Salta.
Saludamos a Eusebia y su hija e iniciamos el camino a casa. Echamos nuestra última mirada al Nevado de Acay y a la hermosa geografía de San Antonio, y nos sumergimos en ese sin fin de curvas hasta tomar contacto poco a poco con la civilización nuevamente.
Llegamos a Salta a la una del mediodía, un día esplendido, lleno de sol y con los primeros atisbos del otoño reflejado en los arboles, nos metimos en un restaurant y nos mimamos un poco con vino y un merecido asado, ahora si abundaron las risas.
Podemos decir que termino nuestra expedición,  estamos nuevamente apretándonos en un abrazo de despedida, yo vuelvo al ceno familiar y disfrutar de los brazos enlazados a mi cuello de Joaquín  y mis amigos continuaran su  viaje a Mendoza, me queda el sabor amargo del frustrado ascenso y la inmensa alegría de haberlo intentado con ellos.
El Quewar seguirá ahí vestido de blanco por un tiempo, y el otoño se encargara de devolverle su estampa ocre y su silueta rustica de piedras, el amarillento color de sus pastizales y el murmurar del arrollo bajando. En su cima el silencio ocupara el altar ceremonial y sus riquezas arqueológicas seguirán diseminadas  por sus laderas, y las leyendas e historias de aquel Imperio  serán parte del escenario y la música que esta montaña propone, que para siempre  nos ha dejado un legado de experiencia y un otoño sin final.
Fernando Santamaria
             2012